Aun recuerdo como hace años todo era más apacible y tranquilo. Todo era tan sencillo, te hacías un raspón y mamá estaba ahí para darte un beso en la frente, ese beso mágico que curaba todos los dolores del mundo, entonces luego te colocaba una curita y listo todo estaba bien. Pero fuimos creciendo y ya los problemas o heridas no eran tan sencillas como un raspón. Empezaron a surgir cosas que no podías contarle a mamá por miedo a que te odiara por ello, por miedo a hacerla llorar de nuevo, porque ver a tu madre llorar a causa tuya, es lo más doloroso que podrás sentir en tu corazón, te rompe el alma y el corazón en mil pedazos.
Hay heridas que tardan demasiados años en sanar y cerrarse.
Recuerdo como le hablé a mi madre de mis particulares gustos, y bueno no resultó bien. Ella simplemente lloró, y lo que me dijo aún me duele hoy en día. Es un dolor que cargaré en mi corazón por un buen rato más, sino es que me acompañará hasta el día de mi muerte. Fui sincero con ellos y no resultó bien, desde ese día mejor lucho mis propias batallas solo. Ya no esta mamá para escucharte y decirte que todo estará bien, para darte un beso en la frente y curar mis tristezas mágicamente.
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